sábado, 12 de septiembre de 2009

" Erase una vez en un parque de la Habana"

Por qué tengo que vivir
Con el alma esparcida ?
Le susurro a la estatua
Que simula un discurso de silencios.
La interrogante fue la excusa.
Resucitó.

El brazo de hierro
Reposaba en mi hombro
Mientras que desalojados
Por la inercia
Un óxido de suspiros
Se abalanzaba sobre el césped.

Las mamparas de su atuendo
Abrió de par en par.
Me mostró dentro del pecho
Los latidos de la ausencia,
Imitando el eco deteriorado
De las pelotas lanzadas por los niños
Que jugaban alrededor.

Como aviones acrobáticos
Volaron un grupo de gorriones.
La estatua tembló.
Mientras que despojados
Por la inercia
Un óxido de suspiros
Se abalanzaba sobre el césped.

Agachó su rígida mirada
Y con una metálica expresión en el rostro
Me enseñó sus huesos encadenados
A la base.
Disparos de viento
Anunciaron la próxima tormenta.
El malecón de la esquina balbuceaba
Una furiosa anécdota
A través de las oleadas.

! Hora de irse !
Y la estatua todavía
Sin respuesta.

Gradualmente se marchaban
Los visitantes del lugar.
Vi un líquido misterioso
Deslizándose por las mejillas de hierro.
Dos lágrimas del cielo se cayeron en mis ojos
Ejecutando una danza continua
Sobre mi rostro.

Secó la huella
Con sus irrompibles manos,
Mientras que desalojados por la inercia
Un óxido de suspiros
Se abalanzaba sobre el césped.

! Hora de irse !
En la estatua
Se atragantó la respuesta.
Retomó la pose de siempre
Bajo el torrente divino...

Pasaron los años
Con el paso de mis pensamientos
Por aquel encuentro.
Surgieron otras incógnitas.
Qué la atormentaba ?
Qué discursaba su silencio ?
Es mi pregunta inicial
Quien me dicta la respuesta.

Por qué tengo que vivir
Con el alma esparcida ?

Porque para sentirse vivo
No se puede ser como una estatua,
Sin nada que descubrir
Y sin la libertad
Para repartir el alma.

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