Mi hogar es la única esquina
Que recobra el aliento,
Aun después del Apocalipsis.
Es la mirada perpetua
Que se instaló en mi nacimiento
A través de la pupila de lo que un día fue mi casa,
El nervio óptico de lo que un día fue mi barrio,
La córnea estática de lo que un día fue mi pueblo,
La retina accidentada de lo que un día fue mi país.
A mi hogar le sangra la herida
Por tener que residir
En el brutal exilio de la melancolía
Mientras caen moribundas,
A sus raíces,
Las horas disecadas
Que se desgajan de mí.
De él ya no soy más que una partícula
Gravitando
En la eterna lágrima
De su espejismo.